La mente entrenada con el logro de propósitos cotidianos puede llevarte a la cima del Everest, literalmente

A las 8.45 a.m. (hora local) del jueves 24 de mayo de 2013 un japonés, Yuichiro Miura alcanzaba la cima del Everest junto a su hijo Gota y seis shrepas. La noticia si no eres aficionado al alpinismo podría pasar desapercibida si no fuera porque el señor Miura era un anciano de 80 años y se había convertido en la persona con más edad en realizar semejante proeza.

Empecé a interesarme por el personaje y a medida que me adentraba en la historia mi interés fue aumentando exponencialmente. No es difícil imaginar porqué. Siempre he pensado que los que realmente hacen avanzar una sociedad son las excepciones, aquellas personas que rompen las fronteras de lo comúnmente aceptado como “normal” y vuelven para contarlo.

En enero de ese mismo año el Sr. Miura había sido operado de corazón por un problema de arritmia…era la sexta vez. Cuatro años antes, en 2099 tuvo que ser intervenido por una rotura de pelvis. Los médicos que lo siguieron certificaron que no podría volver a caminar con la destreza necesaria para lo que él llamaba, no sin cierta guasa, “excursiones por la montaña”.

Además de un ejemplo evidente de superación, la historia de Yuchiro Miura me removió todo lo aprendido sobre la vejez, sobre la naturaleza del ser humano, de sus emociones, sobre la importancia de lo excepcional por la oportunidad que nos brinda de alejar nuestras fronteras, pero sobre todo por la dimensión actual de la cuestión pues vamos a una sociedad en donde las personas mayores, actualmente más de nueve millones y medio, cada vez representan un mayor porcentaje.

¿Qué condiciones habían hecho posible aquella excepción? ¿Cómo podemos crear el entorno personal necesario para recrear esas condiciones? Y finalmente, ¿Qué pasa si al final de tanto esfuerzo no alcanzamos la cima del Everest?

LA TRADICIÓN. Los Miura son una saga. El padre de Yuichiro, Keizo Miura (1904-2006) fue un alpinista y esquiador aficionado que también batió récords deportivos de longevidad como coronar el Klimanjaro con 77 años o descender el Mont Blanc esquiando a los 99 años.  Su hijo Gota era componente del equipo japonés de la Copa del mundo siendo olímpico en Lillehammer´94 y en Nagano´98.

En mi opinión el papel de la tradición es muy importante como base sobre la que construir un proyecto personal o empresarial de altura. Pero tomada como “techo” supone una limitación igualmente importante, esto en parte lo que le ocurrió a la cultura japonesa hasta mediados del siglo XX.

Yuchiro había heredado la pasión por esquiar en la nieve, sí, pero desde el momento en que la hizo suya dejó de ser un “propósito prestado” convirtiéndose en la guía de todas las acciones que conducían a su objetivo “esquiar el Everest”. Por eso cuando el 6 de mayo de 1970 se lanza ladera abajo con la ayuda de un paracaídas que hacía las veces de freno, no le importó que la cumbre quedara a tan sólo 800 metros “…no me importaba la cumbre en ese momento…” comentaba en una entrevista.

HONOR. En la cultura japonesa tradicional el honor era algo esencial en la construcción del carácter de una persona. El anverso de la moneda era la valentía. No hay honor sin valentía pues en la vida se ponen a prueba diariamente el valor de nuestras convicciones, y nuestra voluntad de defenderlas.

Cuando Yuchiro tomó la decisión de subir a la cima del Everest comprendió su dificultad y los riesgos que asumía. En una entrevista manifestaba “Desde cualquier ángulo, el proyecto era desalentador. Cuando planeaba esquiar en el Everest, lo primero que pensé fue ¿Cómo puedo regresar con vida? Toda la preparación y la capacitación se basó en esta pregunta. Pero cuanto más preparado estaba, aumentaba mi sensación de que la posibilidad de supervivencia era baja. Nadie en el mundo lo había hecho antes, así que me dije a mí mismo que tenía que enfrentarme a la muerte. De lo contrario, no soy digno» afirmó Yuichiro Miura.

ENTRENAMIENTO. La decisión del Sr. Miura no se produce espontáneamente tras leer un libro de autoayuda. Su vida entera esta guida por una pasión, que plasmaba en objetivos, para los cuales diariamente se preparaba física y mentalmente mediante pequeños propósitos alineados a tal fin. La práctica diaria de ejercicio, el aprender nuevas técnicas formándose en la utilización de las últimas novedades en equipos de montaña, las entrevistas diarias con potenciales patrocinadores… todo para enfrentar su gran reto, convertirse en la persona más longeva en alcanzar la cima del Everest.

Muchos de nosotros construimos nuestras vidas con “propósitos prestados” y por tanto nuestros objetivos también lo son. El trabajo con sus horarios, remuneraciones y carreras. La publicidad con el fomento del consumo que cuenta con un aliado tan potente como la moda, o quizás el más sutil de todos, la educación que nunca ha primado el crecimiento del individuo sino su adaptación al sistema de valores dominante en cada momento.

Por eso en el otoño de nuestra vida, cuando la sociedad ya no nos ofrece esos objetivos, léase por ejemplo la jubilación, no somos capaces, en la mayoría de los casos, de generar nuestros propios propósitos por la falta de practica por decirlo de una manera suave, y entonces la vida empieza a perder interés. Y los mayores nos hacemos viejos.

Nos preguntábamos qué condiciones habían convertido la vida del Sr. Miura en una excepción, con la esperanza de si se podrían recrear en nuestras vidas. Ya hemos visto alguna de ellas, y podemos sacar algunas conclusiones útiles.

A MODO DE CONCLUSIÓN.

  1. Todos deberíamos tener al menos un Everest. Naturalmente hablamos simbólicamente. En realidad, se trata de un objetivo propio que nos conmine a fabricar diariamente una cadena de pequeños propósitos alineados en post de la consecución del mismo. Algo que se convierta en una fuente diaria de energía que nos impulse a realizar y alcanzar esos logros cotidianos que refuercen nuestra autoestima, nos haga crecer como personas y nos conviertan en ejemplo para los que nos rodean. No hay mejor entrenamiento para nuestro cuerpo y nuestra mente.
  2. Nunca es tarde para comenzar, y es casi imposible fallar. La mente del ser humano es maravillosa. Una de las aportaciones más interesantes del Método Honeyguide consiste en considerar la cadena formada por propósitos cotidianos alineados a un objetivo como una figura con geometría fractal. En la naturaleza existen ejemplos de esta característica como por ejemplo el brócoli o la coliflor, donde las partes replican la forma del todo, es decir, si les aplicamos un zoom no sabríamos a qué distancia se encuentra el objeto. Por tanto, en el logro de cada propósito superado a diario también estaría la cima del Everest, por consiguiente, la única manera de no alcanzar la cumbre es no intentándolo.
  3. Hay que huir de los entornos que nos restan. Fijado un objetivo es esencial alejarse de todo aquello o aquellos que suponen un freno. Son entornos que sobreviven en un estado permanente de reposo, y ya se sabe que los cuerpos en reposo tienden al reposo, y los cuerpos en movimiento tienden al movimiento. No hay que tener miedo a convertirse en una excepción.
  4. Las ideas tienen un periodo de vida muy corto si no haces algo con ellas. Son el fruto de tu esfuerzo diario y por tanto muy valiosas. Si no es el momento de llevarlas a cabo, al menos anótalas, compártelas.
  5. Siempre detrás de un gran logro hay un gran trabajo de equipo. No tienen que estar uniformados de la misma manera, ni siquiera jugar en el mismo equipo o al mismo deporte, simplemente tienen que ser tus cómplices.

Imagina que decides ser arquero. Te interesas por aprender este arte, y acudes a dos centros de enseñanza que te ofrecen dos metodologías diferentes. La primera consiste en un entrenamiento diario de dos horas durante dos años, aunque no te garantizan que al final de los cuales tu lanzamiento dé siempre en el centro de la diana. La segunda por el contrario te asegura que en menos de una semana acertarás de pleno, el método consiste simplemente en lanzar la flecha y pintar alrededor la diana, eso sí, te enseñan a elegir bien los colores, a ponerles números romanos y al final te hacen una foto y te dan un diploma.

 Ahora te pregunto, en el otoño de tu vida qué preferirías tener una colección de fotos o de experiencias.

Con este tercer artículo cerramos los comentarios sobre uno de los principios inspiradores del Método Honeyguideel propósito crea la intención que guía la acción en pos de un objetivo”. La próxima semana nos referiremos a otro de los principios fundamentales “conoce las propiedades, pero explora las posibilidades…”