Un moderno cuento de Navidad “empresarial”

Recuerdo perfectamente el día de mi nacimiento.  Una fuerza irresistible me empujaba hacia una abertura por la que la luz dejaba entrever las manos de un hombre que me recogía y me guardaba con esmero en su cartera.

Permítanme que me presente, soy VB647777877774, aunque mi padre me llama Babe, y según dice él con cierta guasa soy hijo único. Luego les contaré el porqué para no alterar el curso de la historia, pero ahora les diré que él es un empresario del metal con más de 30 años de experiencia que atravesaba una situación bastante difícil.

Julián, que ha así se llama, se dirigió a la cafetería en la que había quedado con su mejor amigo y asesor Marco. Éste le espera con una cerveza en la mano y con cara de preocupación.

  • Recibí tu mensaje y la verdad es que no daba crédito. ¿Cómo estás Julián?
  • Jodido. En los últimos meses mi vida es un tormento. Apenas duermo. El teléfono no para con llamadas de tíos que no conozco que me amenazan con embargos, demandas, juicios. Hasta hace dos años en mi empresa trabajaban doscientas personas, tenía un camino por delante ilusionante, con desarrollo de nuevos proyectos en Centroeuropa, la gente me felicitaba o me invitaba a toda clase de eventos… ¡pero ahora!
  • Tú no tienes la culpa Julián. Nadie vio venir la crisis, ni la pandemia. Por favor no te martirices.
  • Da igual Marco. Ahora soy un apestado. No puedo tener nada a mi nombre, ni siquiera una tarjeta de crédito. Este mes ya no puedo ni comprar en el super, ¡Menuda Navidad! Pero lo que me ha dado la puntilla es que mi mujer me ha dejado. Después de 25 años, dos hijos y una vida en común que yo pensaba plena, ella me dice que no puede con la presión.
  • ¡Joder Julián! No sé que decirte. ¿Qué vas a hacer ahora?
  • Pegarme un tiro, o algo parecido, porque con la mala suerte que tengo igual hasta fallo.

A mi padre le gusta conducir. Le despeja la mente en momentos difíciles. Suele coger el viejo Passat y tirar por la carretera de Ronda. Ese día no podía calmarse. Sus pensamientos esta vez eran oscuros. Tras pasar una curva cerrada se le heló la sangre al ver como en su cabeza la idea de pegar un volantazo y acabar con todo tomaba cuerpo sin el menor atisbo de culpabilidad.

De repente se acordó de mí. Era todo lo que le quedaba, y en un milagroso golpe de sentido común decidió que ya puestos, podía parar en la Venta el Tropezón a darse un último homenaje.

Ya anochecido, el lugar sólo contaba en el salón con un camionero que daba buena cuenta de un plato de huevos y morcilla con una magnífica jarra de cerveza. Mi padre se sentó en una mesa frente a él y pidió lo mismo, lo que llamó la atención del camionero.

  • Ya verá, están buenísimos. Mi nombre es Miguel. ¿Va usted de ruta?
  • Pues la verdad es que no sé a dónde voy Miguel. Por cierto, yo soy Julián.
  • Encantado Julián. Yo hago ruta a Gambia, a Banjul. Transporto motos. Es un viaje largo, pero a mí me gusta la verdad. Voy a mi ritmo, paro allí donde la curiosidad me llama, y no tengo que darle cuentas a nadie. A veces sí hechas de menos a la familia, pero te animas pensando que ellos están bien. ¿Tienes familia Julián?
  • Pues la verdad es que tampoco lo sé Miguel…
  • Pues sí que está usted bueno amigo. No sabe a dónde va, ni si tiene familia… Una de dos, o sufre usted amnesia o está jodido de cojones.
  • Me gustaría que fuera lo primero, pero va a ser lo segundo.

Entonces se sentaron juntos y mi padre le contó toda su historia. Incluso le razonó porque quería tirarse a la cuneta.

  • Tal como están las cosas Miguel valgo más muerto que vivo, al menos mis hijos podrán cobrar el seguro si parece un accidente. Mi ruta acaba aquí. Mi mundo acaba aquí.
  • Bueno hombre es verdad que el mundo a veces nos puede llevar al final del camino, pero ¿sabe usted lo que yo hago cuando eso me pasa…? Tomo otro joder. Dicen que ningún camino es bueno para el que no sabe a dónde va, pero yo digo que cualquier camino es bueno cuando uno no sabe a dónde va, pero está seguro de donde quiere salir. ¿Por qué no se viene conmigo a Banjul? Créame sé que con su experiencia empresarial sabrá aprovechar las oportunidades que estoy seguro se le van a presentar. Además, por lo que me dice, y veo, es usted una buena persona que se merece poder rehacer su vida allí. Créame las personas como usted hacen que con su trabajo y sus sueños este mundo sea algo mejor. No se confunda, el mundo no le cierra todos los caminos, no puede, depende de su libertad para cambiar de rumbo.
  • Pero necesitaré algo de dinero, un medio de vida, aprender el idioma….
  • Pero se está usted oyendo, si me acaba de decir que la alternativa es pegarse un “chocazo” cuando salga de aquí… ¿pero tan acobardado está? Mire le voy a presentar a Damián es el dueño de la venta. ¡Damián! Tú no querías un coche para tu hijo, pues mi amigo, que va a acompañarme a Gambia te vende el suyo por lo que le des.

El trato se hizo esa noche y Damián quedó en traer los cuatro mil euros convenidos a la mañana siguiente. Mi padre y Miguel pasaron la noche en la cabina del camión que entre otras comodidades tenía un pequeño televisor y video donde Miguel, que resultó ser un gran aficionado al cine, veía cada noche alguna de las películas que celosamente guardaba.

  • Mira Julián en tu honor voy a ver si encuentro una película que yo creo que nos va a venir al pelo. Aquí está. Se llama “El secreto de vivir” de Frank Capra, un artista en su máxima expresión. ¿Te gusta Gary Cooper? …
  • ¿Y de qué va?
  • Mejor la vemos y si quieres después hablamos. Lo que si te digo es que Capra fue un director al que el éxito le acobardó. Solía decir que después de haber subido al Everest todos los caminos son hacia abajo. Su miedo al fracaso, que es el anverso del orgullo, le provocó una enfermedad que pudo acabar con su vida, hasta que un día un desconocido le dijo que el talento que poseía es un don regalado por Dios para que lo use en beneficio de todos, y cuando renuncia a usarlo, es una traición a Dios y al mundo, lo que ahora sí le convertiría en un verdadero fracaso. Capra se curó en menos de una semana y lo siguiente que hizo fue esta película.

La película hizo reflexionar a mi padre. Fue entonces cuando decidió llamarme Babe no sé muy bien porqué. Me sacó de la cartera y mostrándome orgulloso dijo

  • Miguel esté billete es lo único que he podido sacar esta mañana de un cajero automático. Y de alguna manera gracias a él nos hemos conocido. No sé que me deparará el destino, pero siento que esta noche he soltado la mochila y por primera vez en mucho tiempo voy a poder dormir…
  • Me alegro mucho Julián, pero en lo de dormir tú no me has oído roncar….

A la mañana siguiente Damián le entregó a mi padre los cuatro mil euros, y éste le dio las llaves del coche.

Ambos, con el tenue sol del amanecer comenzaron un viaje que a la postre resultó iniciático para mi padre. Pero esa es otra historia que estoy dispuesto a contarles si volvemos a vernos.

Feliz Navidad y Próspero 2024, de verdad.