Una oportuna mirada al mundo fuera de nuestro cerebro

Sin duda en los últimos años la ciencia ha logrado importantes avances en el descubrimiento de cómo funciona nuestro cerebro, su estructura y los procesos que lo activan. Ello ha sido posible en buena medida por los avances tecnológicos en sectores como el tratamiento de imágenes o la informática que han permitido “entrar” en el cerebro humano sin tener que agredirlo y con escaso sufrimiento para las personas.

El éxito ha sido tal, que la gente ha centrado su atención en esta parte de materia de nuestro cuerpo como la única capaz de ayudarnos a comprender y construir la realidad dejando un poco de lado al resto. En la cultura china, por ejemplo, que tradicionalmente ha sostenido la importancia de la relación mente-cuerpo resulta especialmente llamativo éste nuevo enfoque.

Curiosamente como dice Antonio Damasio, uno de los investigadores más brillantes en el campo de la neurociencia, el cerebro es una ocurrencia tardía de la naturaleza, apareció tarde en la historia de la vida, probablemente en los últimos 400 millones de años de los 4.000 que se sabe de la existencia de vida en la tierra. Eso hizo que tuviera que buscar su “encaje” con el resto de los sistemas vitales preexistentes alcanzando su máximo desarrollo en cetáceos, primates y finalmente en el ser humano actual.

Ese perfecto encaje nos fue dotando de nuevas posibilidades de supervivencia y, posteriormente, de desarrollo como especie. Primero adquirimos consciencia de nuestra propia existencia descubriendo los sentimientos homeostáticos, aquellos que nos indican el estado de nuestra vida, hambre, sed, dolor, bienestar. Éstos son, queramos o no, los que están permanentemente y funcionan automáticamente. Si no fuéramos conscientes de ellos no nos servirían para nada, es decir, si no supiéramos en el momento que tengo hambre o me duele algo seríamos como las criaturas anteriores a las bacterias.

Cierto es que estas criaturas, las bacterias, no tienen sentimientos ni posibilidad de tener consciencia, incluso pueden ser consideradas máquinas vivientes, pero tras miles de millones de años siguen aquí, han tenido éxito en el logro del propósito elemental de los seres vivos no complejos que no es otro que preocuparse por su vida y protegerla incondicionalmente.

Efectivamente estas criaturas son precursoras de la consciencia en el ser humano, y de alguna manera han “trabajado” conjuntamente para lograr su propósito elemental. Las bacterias tienen un comportamiento inteligente pero no tienen sistema nervioso, es decir, no tienen la posibilidad de hacerse una representación de su realidad, Cuando hacen algo para protegerse lo hacen, pero no saben por qué lo han hecho.  

Y sin embargo, colectivamente pueden realizar acciones coordinadas, por ejemplo, colonias que esquivan la acción de los antibióticos.. Es por ello que quizás sería oportuno hablar de una “sociología de las bacterias”.

El “encaje” entre lo nuevo, cerebro, y lo viejo, resto del cuerpo, es una feliz unión que nos ha permitido evolucionar y avanzar de una manera brillante. A través del sistema nervioso llega información del cuerpo a nuestro cerebro que funciona con mapas mentales, bien sea visuales, auditivos o táctiles, es entonces cuando estos mapas son procesados devolviendo nuestro cerebro un mensaje a nuestro cuerpo para que los dos sigan estando interconectados.

Hoy se sabe que las neuronas que llegan del cuerpo al sistema nervioso son muy antiguas, y completamente diferentes de las que tenemos en el cortex cerebral que son las que nos permiten realizar los procesos más complejos, como por ejemplo hablar en distintos idiomas.

Mantener en equilibrio esta comunicación, cuerpo/mente, es fundamental para ser plenamente conscientes. La anestesia, por ejemplo, lo que hace es suspender ese dialogo.

Pero además de la anestesia química, existen otras “anestesias” que “el mundo” por llamarlo de alguna manera, nos administra sin que en muchas ocasiones seamos conscientes de ello. Debemos entender que esos mapas visuales, táctiles o sonoros son esencialmente nuestra mente que con ellos representa nuestra realidad presente e imagina nuestra realidad futura.

Nuestra mente no puede apagarse, por lo que, si no recibe información actualizada permanentemente, construye futuros programados con los recuerdos de los planes que hemos hecho., y esto todos sabemos que no es bueno, ya que conduce por un lado a una “mecanización” del ser humano, vaciando nuestra vida de “presente”, y por otro a la enfermedad de nuestro cuerpo, incluido naturalmente el mismísimo cerebro.

Desgraciadamente hoy en día, cada vez es más frecuente que la conexión cuerpo/mente se vea interrumpida por diferentes razones como las culturales, modas, políticas y sobre todo educativas. Por este motivo nuestra sociedad está cada vez más enferma. Según el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental, dependiente del Ministerios de Ciencia e Innovación, los trastornos mentales afectan ya al 14,5 % de la población española, lo que evidentemente debería hacernos reflexionar a todos.

Urge por tanto que al menos a nivel personal, como las bacterias, seamos capaces de realizar esfuerzos conducentes a un estado de bienestar esencial, íntimo, aunque no sepamos porqué debemos hacerlo, aunque en estos momentos, por las circunstancias que sean, no seamos capaces de analizar con perspectiva el estado de la vida en nosotros.

Recuerda que, al fin y al cabo, el gran éxito del cerebro ha sido construir una mente capaz de incluirte a ti dentro de ella. Cuando miras a tu riñón te das cuenta que lo tienes pero que TÚ no eres el riñón. Cuando observas tu corazón lo ves latir, pero no te identificas con él. Entonces ¿porqué cuando trasladas tu atención a tu cerebro, a tu mente, TÚ desapareces?

He trabajado durante años en poder mejorar esa conexión cuerpo/mente como parte esencial de mi trabajo empresarial. Un campo quizás aparentemente un tanto alejado de la cuestión que estamos abordando, pero que en realidad resulta altamente útil, inteligente y barato para profesionales autónomos y empresarios. A ello me referiré en mi próximo artículo.